Voy a tomar una siesta./ I'm going for a nap.
Esas fueron las últimas palabras que se les oyeron decir hasta el día siguiente. Eran las tres de la tarde cuando recostó su cabeza sobre la almohada y casi sin moverse, en la misma posición, se despertó el día siguiente, a las seis de la mañana. El día era caluroso con un radiante sol que alumbraba hasta dentro de la casa. Ella abrió los ojos y se quedo quieta por un minuto o dos, pestañaba pero se le notaba un poco desorientada, me imagino que pensando si era el mismo día o el día siguiente. Me acerque a ella, le di los buenos días con un beso en la mejilla, le pasé un periódico y un café bien cargado. Me dio las gracias y me dijo que no había desandado así en años. Se sentía más joven, más alegre, con más ganas de vivir. Cuando terminó el café, se paró de la cama y se acerco a la ventana de caoba, hay que respirar aire fresco me dijo. La brisa corrió por el pasillo cuando se abrió la ventana volteando unas hojas que se encontraban sobre la mesa. Cuando hice el intento para pararme me dijo, no te preocupes, yo me hago cargo. Después del desayuno nos vestimos y salimos al mercado. Yo también me sentía relajado, y contento. Lo que hace una buena siesta, pensé, después de todo el descanso del cuerpo te alivia el alma.
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